sábado, 25 de marzo de 2017

LECTURA Y EVANGELIO DE HOY

LECTURA Y EVANGELIO DE HOY
PRIMERA LECTURA
Mirad: la virgen está encinta
Lectura del libro de Isaías 7, 10-14; 8, 10

En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo:
«Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».
Respondió Ajaz:
-«No la pido, no quiero tentar al Señor».
Entonces dijo Dios:
«Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, porque con nosotros está Dios». Palabra de Dios.

SALMO RESPOSORIAL


Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, 
y, en cambio, me abriste el oído; 
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios, 
entonces yo digo: «Aquí estoy». R.

«Como está escrito en mi libro 
para hacer tu voluntad». 
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación 
ante la gran asamblea; 
no he cerrado los labios: 
Señor, tú lo sabes. R.

No me he guardado en el pecho tu defensa, 
he contado tu fidelidad y tu salvación, 
no he negado tu misericordia y tu lealtad 
ante la gran asamblea. R.

SEGUNDA LECTURA
Así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí: para hacer ¡oh, Dios! tu voluntad.
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10

Hermanos:
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice:
«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo – pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí – para hacer, ¡ oh Dios!, tu voluntad».
Primero dice: «Tú no quisiste ni sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre. Palabra de Dios.

EVANGELIO


Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra».
Y el ángel se retiró. Palabra del Señor.

MEDITACIÓN
Hoy celebramos la solemnidad de la Anunciación del Señor. El relato del evangelio de este día es sorprende, desconcertante, nos anuncia el gran misterio de nuestra fe: la Encarnación. El ángel de Dios es enviado a una joven virgen, María de Nazaret, para comunicarle la alegre noticia que ella ha sido elegida para concebir en su vientre al Hijo del Altísimo. Como era natural, ella le pregunta «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le revela que concebirá por «obra y gracia del Espíritu Santo». Y María se abandona al designio misterio de Dios, «aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra».
El Dios en el que creemos los cristianos es un Dios que se ha hecho carne, que ha puesto su tienda entre nosotros. Un Dios que pide la colaboración humana para realizar su plan de salvación. En este núcleo de la revelación cristiana se basa nuestra fe y nuestra experiencia espiritual. Dios omnipotente y poderoso sale de su misterio y se comunica por medio de obras y palabras, que están siempre íntimamente unidas, para invitarnos a entrar en comunión con Él. En ese proceso de autorevelación el mismo se entrega, se da, se dona: «la Palabra se hace carne». Así como María a todos los cristianos se nos invita a entrar en ese dinamismo de la Encarnación.

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