sábado, 18 de marzo de 2017

LECTURA Y EVANGELIO DE HOY

LECTURA Y EVANGELIO DE HOY
PRIMERA LECTURA
Arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar 
Lectura de la profecía de Miqueas 7,14-15.18-20

Pastorea a tu pueblo, Señor, con tu cayado, al rebaño de tu heredad, que anda solo en la espesura, en medio del bosque; que se apaciente como antes en Basán y Galaad.

Como cuando saliste de Egipto les hará ver prodigios.

¿Qué Dios hay como tú, capaz de perdonar el pecado, de pasar por alto la falta del resto de tu heredad?

No conserva para siempre su cólera, pues le gusta la misericordia.

Volverá a compadecerse de nosotros, destrozará nuestras culpas, arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar.

Concederás a Jacob tu fidelidad y a Abrahán tu bondad como antaño prometiste a nuestros padres .

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL


Salmo Responsorial 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor, 
y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas 
y cura todas tus enfermedades; 
él rescata tu vida de la fosa, 
y te colma de gracia y de ternura. R.

No está siempre acusando 
ni guarda rencor perpetuo; 
no nos trata como merecen nuestros pecados 
ni nos paga según nuestras culpas. R.

Como se levanta el cielo sobre la tierra, 
se levanta su bondad sobre los que lo temen; 
como dista el oriente del ocaso, 
así aleja de nosotros nuestros delitos. R.

EVANGELIO


Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud “.
Él se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.”
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”». Palabra del Señor.

MEDITACIÓN
El texto que nos presenta la liturgia de este día es uno de los textos clásicos del tiempo de Cuaresma, pues nos muestra por un lado, la actitud del padre, que se identifica con el Padre del Cielo, y por otra, la del hijo en la cual nos vemos retratados cada uno de nosotros. 

Viendo al padre de la parábola descubrimos a un Dios amoroso que, como dice la Sagrada Escritura, "no lleva cuentas del mal" y que no se resigna a que ninguno de nosotros nos perdamos. Está siempre esperando que la vida nos haga ver, que lejos de su amor, de su cariño y de su casa todo será ruina, muerte y destrucción. Pero no es sino hasta que vivimos la experiencia destructiva que sufrió el hijo de este hombre, que nos hacemos concientes de nuestra realidad y de que sin Dios no podremos ser nunca felices, es cuando nos decidimos a confesarnos y a regresar al estado de gracia. Es por ello necesario valorar la vida de la gracia y todas las bendiciones que el hombre tiene cuando vive al amparo de su Padre del cielo. 


No nos dejemos cautivar por toda esta publicidad que abarrota las televisiones y la radio, con la que de mil maneras nos buscan convencer de llevar una vida al margen de Dios. Antes de irnos otra vez de la casa, pensemos con serenidad las consecuencias que este abandono traerá para nosotros. Estoy seguro que si nos detenemos un momento a pensar lo que podemos perder y las consecuencias morales, espirituales y algunas veces hasta físicas, no dejaríamos la seguridad de la vida de gracia.

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